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domingo, 22 de junio de 2008

El duende: un entrecruzamiento.

La vida, la vida
es un contratiempo
la vida…
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“Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende”. Mientras escucho la voz del Camarón de la Isla, pienso en esto, “el poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica”. Pero, ¿cuál es la relación que se establece entre el duende y el grito degollado de muerte? ése, que de primera instancia es difícil definir, aquello que no está en la garganta del cantaor flamenco, ni el la pluma del poeta, mucho menos en las cuerdas de la guitarra, el duende es: lo que sube por dentro y recorre el cuerpo, es decir, es algo que está en la sangre, en la cultura, en la tradición, es el trayecto, la muerte. Podemos pensar que todas las manifestaciones artísticas lo contienen, pero se manifiesta de manera más palpable, en la danza, la poesía y la música, ¿por qué?, porque surgen de un cuerpo vivo que las representa, porque estas formas nacen y mueren de modo perpetuo, en este sentido, el duende, aparece pocas veces y es casi irrepetible. Una de las características de su emanación es que no llegará jamás, si no existe la posibilidad de muerte, “el duende hiere, y en la curación de esta herida, que no se cierra nunca, está lo insólito, lo inventado de la obra de un hombre”[1].
Este grito desgarrado, lo notamos en las corridas de toros, representación indiscutible de la cultura española, en el sentido de que, adquiere esos acentos fuertes, impresionantes, porque se lucha por un lado, con la muerte y por el otro con la fiesta. Utilizando como medio la danza, la música y la poesía, los gitanos han podido manifestar ese grito. Por esta razón, vale la pena señalar que los gitanos “son la imagen viva de la libertad silenciosa, de la ociosidad triunfante, de los desbordes dionisíacos, de la anarquía y en cierto modo del caos”[2] estas cualidades son parte del corpus de ese duende. Su música tiene un sentimiento de nostalgia, los alaridos de sangre están marcando la pauta de la soledad, de la desesperación, del abandono.
En Norteamérica pasa algo similar, me parece que no está del todo ambigüa una posible relación entre los afroamericanos y los gitanos, porque ambos provienen del rechazo cultural.
Hablemos del blues sólo para dar una idea de la relación que percibo en ambas culturas, igual que los gitanos, en los negros de América, se puede rastrear más que su historia, una geografía.

“Su destino ha sido una lenta odisea del Sur hacia el Este, y finalmente al oeste, a través de sucesivas mutaciones que ha sufrido el pueblo afroamericano: decadencia y partición de las plantaciones de algodón, éxodo rural, segregación institucionalizada y reforzada por el terror, urbanización y proletarización”.[3]

Pero, y si esto fuera poco, existe una estrecha concordancia con los gitanos, ya que el bluesman, es un trovador moderno, es aquel que lleva su poesía, su música con tradición e improvisación, que la mayoría de las veces está relacionada con el río, el camino y el tren, esto porque ellos tenían jornadas laborales extensas, de tal manera que son temas imprescindibles de su vida, así, se ven en la necesidad de crean ciertos códigos musicales para poder comunicarse entre ellos, aquellos esclavos no tenían otra manera de manifestar su nostalgia, lo que hacían, era entregarse a sus mágicas danzas que acompañaban con ritmos de las palmas, tambores y sus cantos en lenguas africanas. La relación entre el blues y el jazz, es la unión entre palabra y melodía, es la fusión entre los azules del alma y su transformación en notas musicales. Y en este mismo sentido, dicen Arnaud y Chesnel, “el blues es, en el fondo la obra colectiva y espontánea del más grande de los creadores del jazz: el pueblo afro-americano”.[4]
En la literatura, tenemos el caso del poeta Federico García Lorca, quien en su poemario, Romancero Gitano, da una muestra por demás clara y delicada del duende, hasta llegar al Poeta en New York, donde me parece, pudo haber llevado a éste por momentos de ruptura o improvisación jazzística.
En poeta en New York tenemos ese ritmo ternario: ¡Ay Harlem! ¡Ay Harlem! ¡Ay Harlem!, además, la metáfora de la angustia y la del negro, ese eclipse oscuro; en fin, uno puede pensar indudablemente en un gitano igual que en el negro reprimido norteamericano. En este poemario los temas del mundo negro están a la orden del día, el crimen organizado, la diferencia de clases: un sentimiento blues. Y si pensáramos un poco en la provocación: el ritmo y el canto, representan esa ruptura con el entendimiento y gritan ¡No alienación!. El poeta gitano nos muestra los encuentros nada casuales de la maquinaria, el progreso versus la pobreza del pueblo negro que es una de tantas encrucijadas de la decadente sociedad moderna.
[1] García Lorca, Federico. Teoría y juego del duende. Tomado de: http://homepage.mac.com/eeskenazi/duende.htm
[2] Leblon, Bernard. Los gitanos de España. Gedisa. España. 2001. p.40
[3] Arnaud, G. y J. Chesnel. Los grandes creadores del jazz. Los archivos del Prado. Madrid. 1993. p. 77
[4] Íbid, p.77la vida…
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola,
te envío un saludo y te invito a la inauguración de la exposición de fotografía "15 años de Greenpeace en México", el miércoes 2 de julio a las 5 de la tarde, en el Museo San Pedro.
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